Los kilómetros pasan, en un abrir y cerrar de ojos se
llega al 1.181, número extraño, indescifrable, mítico.
Ese número indica el ingreso al pasado, la
máquina del tiempo se enciende en esta misteriosa cifra numérica, las personas
de este sitio presentan características prehistóricas, el modo de vida es
diferente ¿celulares, hornallas, televisión plasma, internet, facebook? ¡No! No
existe en este mundo de tierra y monte.
Los habitantes se levantan con el canto de
los gallos y se van a dormir cuando cae la oración, cuando se esconde el sol.
Lucía se aproxima al 1.181, debe romper las
barreras históricas, temporo-espaciales para entrar, desafiar al huayra que
está custodiando la puerta; el monte no la deja entrar, los caminos en serrucho
parecen haber sido construidos por el mismísimo almamula o algún grifo
santiagueño, entre las pruebas de ingreso a este submundo se halla el canto de
las ánimas. Las tunas revientan del enojo, las víboras se enroscan del miedo,
el monte se siente invadido, el futuro o las postmodernidad citadina de Lucía
contaminará el lugar, por eso cuando ella decide volver a la cadena de la
historia y restaurar el presente agrietado, el monte la escupe en un vómito xerófilo
la devuelve a la ruta de regreso.
Autora: Adriana Comán