La cordura se ha salido de su lugar,
de la geografía humana en la que habitaba donde, además, estaba un reloj
indicando ciertas acciones… Murmullos, movimientos escalofriantes y, por
último, gritos de horror.
-¡Mi hijo no! Es un niño incapaz de
dañar a otro chico. Tu hija es la culpable, quien con tan sólo ocho años lo
anda provocando. Es la televisión que los atormenta. Estaban jugando a la mamá
y al papá y, en los últimos de los casos, es cosa de niños- dice una de las madres.
El reloj del inconsciente se detuvo allí
para siempre… Mientras le susurran al oído esas trémulas palabras que la
condenaron a una cárcel eterna.
Autora: Adriana Comán