Con las plantas de mis pies transité cada segundo de la humanidad, no crean que es suerte ni que soy inmortal, sólo estuve ahí anclado en esta psicodelia de tierra, sueños, espanto, poder y algunas píldoras más que me desconcertaron al igual que a ustedes.
No pude disfrutar de andar libre por mi comarca en busca de sustento porque unas naves me acorralaron para enseñarme la religión de la tierra de los conejos, se llevaron a mis hijos a fin de enseñarles a leer y a escribir en su idioma. En fin, me aplastaron y conmigo a toda mi cultura.
Volví a fojas cero intentando huir o atemperar el dolor, pero fue en vano: he muerto en la hoguera, me han lanzado de un avión, he huido a la selva donde fui emboscado, me han azotado un par de miles de veces, otras he sido fusilado, he sido electo presidente, he tenido el oficio de canillita, me han privado del premio nobel de literatura por saludar a unos verdosos, me he suicidado con cianuro, me he ahogado internándome en Mar del Plata. ¡No crean que estoy loco! ¡No! Busqué el amor en todos o en algo y siempre la aventura que me impusieron los siglos terminaba igual. ¿Les cuento de nuevo? No, estimo que no, si ustedes ya lo saben. Esta masacre es una operación planeada por todos ustedes y el objetivo o meta es siempre igual, la píldora que no me atrevo a nombrar, aquello que mueve el mundo. ¡Sí! ¡Eso! ya entendieron, no se lo revelen a nadie más.
Rodolfo ¡Vení! Queda entre vos y yo, te lo susurro al oído, tengo miedo que alguien nos escuche y ya sabes lo que nos... mejor te lo declaro: el verdugo DINERO.
Autora: Adriana Comán
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