Ellas movían sus pupilas sigilosamente, calculaban cada latido como si percibieran hasta el silencio del aire, chisporroteaban sus maxilares ante el inmenso banquete que se aproximaba: un cerdo herido emanaba sudor a cena, sin embargo no se lo devorarían por completo, su pellejo era el atuendo perfecto.
En la ruta 34 el sol penetraba como alfileres en una almohadilla, siesta santiagueña, sólo un alma se atrevía a atravesar este ardiente espacio. Ramiro se dirigía en su moto cuando observó el cerdo tumbado a la vera del camino, el humano se acercó al animal, a quien le temblaba el abdomen y quizo ayudarlo aunque sus pretensiones ambientalistas le clavaron miles de uñas en la yugular.
La cadena alimentaria conspiró.
Autora : Adriana Comán
Excelente!!!hermosa lectura
ResponderEliminarGracias por leer!! La idea es que guste =)
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